Los cactus en casa vinieron a abrazarme el alma





Fue en 2014 más o menos cuando camino a mi entonces casa vi en una esquina un cactus con más de 30 flores blancas. Iba cansada. Atesoré el instante y dije: mañana les presto más atención.

 Para mi sorpresa, al día siguiente ya no estaban.

Así conocí a las 'reinas de la noche', las flores que llegan con la luna y se van con los primeros rayos del sol.


El cactus en casa llegó en 2019, casi por casualidad, así, nomás como pasan las cosas en ocasiones.


Aquel año de inmediato nos dio una hermosa flor, sola, pero suficientemente llena de belleza.


 




Pasaron los años y el cactus amenazó con secarse.


Igual y lo tuve como 'monte de mala fe' en todo este tiempo.


En este 2023 en especial, a este cactus le ha dado por florecer 'endiabladísimamente' es decir, ha florecido varias veces, tanto que he perdido la cuenta y hay botones que anuncian su brote a la primera provocación.





En casa no tenemos mucha costumbre de recibir flores porque el monte que existe damos por hecho que estará: si se muere ni nos enteramos y si nace, no es posible que lo notemos de inmediato.


Entonces, las flores que vienen cada noche este año, especialmente este mes,  me abrazan fuertísimo porque nunca las esperé. 

 


 




Pasaron cuatro años sin existir que llegué a pensar que mi cactus era estéril.


Veía flores adornar las noches y los patios de las demás casas que sentía envidia por las personas habitantes en dichos hogares.


El mío, el mío sólo existía para crecer chueco y hacernos pensar que se caería en los huracanes que pasaron en 2020.


Este 2023 he cumplido 34 años y es cuando más he dudado de mí, de mis capacidades y cuando más me he sentido estancada profesionalmente.



Descuiden, mi depresión suele ser circunstancial y también pasiva: sigo mi día a día de 6:00 de la mañana a 12:00 de la noche sin mayor problema, a veces antes, a veces después, pero da igual, el ciclo es el mismo.


Mis flores de cactus entonces vienen y se desbordan en mi patio en un periodo en el que yo ya no creo en nada, ni en mí misma.


Verlo florecer me causa esperanza.


 

 




Me hace pensar que por algunos años envidié los patios ubicados en otros puntos cardinales y sólo si me doy el tiempo y el respiro, quizá en algún momento florezca el patio de mi alma.


Todas las flores nacientes puede que sean el fruto de mi paciencia borrosa, de mi decisión ciega y cómoda,  de mi trabajo constante y también apapachan mi ignorancia respecto al cuidado de las plantas.


Amo a mi cactus, lo amo porque me da vida en la pupila, en el alma y el corazón choco deprimido que cargo desde inicios de año.

 

 





Deseo que el sol y las lluvias traigan más flores para mi cactus y al mismo tiempo para mi corazón cultivado con ansiedad y mi cuerpo lleno de dudas.


(Por cierto, hace poco leí que cuando estamos en procesos de depresión, conviene un poco anotar cinco cosas al final del día que nos dieron una pizca de lo que conocemos por felicidad...al paso de los días, quizá aferrarnos a eso nos haría bien)


Posdata: No juzgo a las personas que igual y ya no quieren vivir aquí, no pasa nada con no tener la misma disposición de seguir.


A veces seguimos casi reglamentos escritos para la vida, pero ¿escritos por quién?

 





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