Una vez mi papá y yo nos mandamos a la chingada

 
 

 


 

Así como suena:

-¡Chinga tu madre!
-¡Chinga la tuya!


Realmente ahora ya no importa quién lo dijo primero y en qué tono, sólo pasó y eso llevó a que nos dejáramos de hablar durante poco más de tres meses.

Haré un paréntesis y reconoceré que mi pa’ se sentirá apenado al leer esto, pero pa', tranquilo, descuida, lo hago sin pena ni culpa y quiero compartir nuestro proceso desde la parte que me corresponde.

Continúo:

No fue la única vez que mi papá y yo nos dejamos de hablar por cierto periodo, en la adolescencia y parte de mi juventud atravesamos ese proceso en varias ocasiones.

Pero quizá esta última fue la ocasión que más nos acercó a la reflexión o al menos a mí sí, tipo de: ¿esta relación está bien jodida? ¿qué podemos hacer? ¿vale la pena rescatarla?

Y bueno, mi padre es un hombre bastante imperfecto, supongo que como todas las personas, pero obvio por ser mi padre, por muchos años vi más sus desaciertos que aciertos.

Hoy tengo 34 años y quizá es el tiempo que me ha llevado detenerme, respirar cada situación, a veces me quedo sin aire por supuesto, pero se me da eso todavía de volver a iniciar.

Entonces, para no perder el hilo…claro que me dolía haber llegado a esos extremos con mi papá, incluso el muy maduro igual me pidió que lo bloqueara de mis contactos y de mis redes, yo no lo hice, pero él sí (jajaja) -aunque sólo fue por un tiempo-

Sentí que había llegado el momento decisivo:

a)    Enfrentar la situación y renovar los votos como padre-hija
b)    Enterrar por completo nuestra relación.

Opté por el primer inciso.


Crecí en una familia adultocentrista, entonces, cada niña, niño, adolescente, joven, no tenía ni voz, ni voto, no podía cuestionar nada porque “no sabía de lo que hablaba”.

Pongo este preámbulo porque comparto que fue difícil que mi voz se escuchara, fue difícil que reconocieran mis procesos y sobre todo respetaran mis decisiones.

Tuve el privilegio que pocas personas tenemos…llevar el proceso en terapia, hablé demasiado sobre lo que me hacía sentir ese distanciamiento con mi padre.


Comprendí que mi padre no tuvo nunca las herramientas suficientes para acercarse a mi hermano y a mí y eso no lo hacía una mala persona, quizá alguien con poco tacto.

¡Ojo! Con este texto no quiero decir: ¡perdonemos a todos nuestros padres! Porque sí hay personas que no merecen una pizca de perdón ni piedad y no todos los casos son iguales.


Mi terapeuta me dijo: no es lo mismo defenderte, que estar a la defensiva.

Yo también reconocí que por todos los años de mala relación que llevaba con mamá y papá, siempre estaba a la defensiva, siempre pensando que me odiaban como yo a ellos.

No sé si mi papá haya reflexionado lo mismo que yo, pero en diciembre de 2020 me pidió perdón y reconoció frente a mí que no había sido un padre ideal, me pidió perdón por no escucharme, por no respetarme lo suficiente.

Realmente acepté su solicitud de perdón porque llevaba años esperando este momento y qué fortuna que no morí antes para vivirlo.

En julio de 2022 por primera vez escuché de su boca un: estoy orgulloso de ti.

Me había esforzado por muchos años para escuchar esas cuatro palabras de mi mamá y de mi papá y realmente un día dejé de esperarlas porque simplemente no pasaban.

Comencé a vivir mi vida sin cumplir expectativas, a tomar decisiones que sólo me parecieran idóneas solo a mí y entonces, llegó el momento.

Ese día papá y yo, lloramos. Yo igual le pedí perdón por las veces que también fui una “can-hija” (o sea una canija hija y perra también).

No es que todo sea felicidad ahora, no es que ambos hallamos cambiado de forma radical, bueno, un poquito sí.


No ha vuelto a haber ofensas y esperaría que no sucedan de nueva cuenta.

Ahora, me es muy grato recibir mensajes de mi papá, pues se nota que procura ser menos ausente.

Siento su amor y yo lo amo.

 

(Perdón por este texto un tanto romántico)

Comentarios

Entradas populares