Mi relación con el miedo
(Pintura de Soledad Lagruta "Otra dimensión)
Aprendí a nadar a los 26 años y a conducir a los 32, por ejemplo.
En ambos casos, no lo hice antes porque el miedo me paralizaba.
Entre mis primas y primos, fui casi de las últimas en aprender a conducir y aunque entre mis abuelas y abuelos, nadie sabía, recuerdo que mi papá David (abuelo materno) me decía: sólo súbete, concéntrate y sigue tu carril, quien se desespere, te va a rebasar…si tocan el claxon, los ignoras y sigues.
Hoy venía frente al volante y recordaba sus palabras exactas.
Cuando voy manejando suelo divagar y dizque hacer muchas analogías de cómo las personas conducen y cómo se mueven en la vida.
Fue después de varios meses que me atreví a tomar el carril de alta velocidad en el Periférico y entonces volví a sentir temor, ese que se combina con nerviosismo, pero que te alerta a ser más cuidadosa para evitar alguna torpeza.
Pasaron por mi mente todas las ocasiones en las que he tenido esta sensación y vi un carrusel de imágenes en mi cabeza.
También pensé que así es mi vida, avanzo, avanzo muy a mi ritmo y aún cuando hay quienes pasan a mi lado a mayor velocidad, no me permito titubear.
Soy una mujer que a menudo se confiesa miedosa.
De niña sólo relacionaba el miedo con la oscuridad, como mujer adulta la oscuridad es sentir que no voy a llegar a alguna parte, porque precisamente es eso: muchas veces no sé a dónde quiero llegar.
Creo ese es mi mayor temor: no saber quién soy, no saber qué quiero, no saber cuál es mi rumbo y entonces si me preguntan ¿cuáles son tus planes? Me siento en un cuarto a oscuras en mi infancia.
Pese a esta emoción constante sonrío, amo, permito que me amen, procuro ser optimista y gritar que mis amigas son mi patria.
La definición común de miedo, según diversos diccionarios digitales es: “Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario” y bueno, creo lo mío es muchísimo imaginario en medio de una vida real, a veces un poco culera, por cierto.
Sin embargo, pese a todos los kilos de miedo que he sentido a lo largo de mi vida, al mismo tiempo me sé valiente, valiente como cuando dejé el nido, cuando decidí renunciar a una relación que me dañaba, cuando me he ido de los trabajos que no me hacen feliz, cuando volví a empezar, cuando me mudé por segunda vez de ciudad sólo con una maleta, cuando comencé de cero sin conocer nadie, cuando he puesto a prueba mis habilidades, cuando incluso insisto en convocatorias y oportunidades aunque no sea seleccionada y cuando simplemente me atrevo a existir sin que muchas veces considere un sentido y cuando escribo sin motivo especial.
Me siento muy afortunada a la vez de existir en una época en la que se puede hablar abiertamente de todo.
Antes creía que había emociones malas, pero ahora sí acepto con mucho amor que las emociones no tienen tintes morales, sino simplemente son y de alguna forma tienen utilidad.
El miedo, por ejemplo, si lo abrazamos y nos concentramos, nos pone alerta. A veces sólo se trata de respirar, guardar un poco de silencio y calma, reconocer cómo nos sentimos y caminar de la mano.
Entonces: Soy una mujer miedosa, a veces inmóvil y por ratos, como río con cauce roto.
Por: Itzel Chan 'La Brócoli'



Comentarios
Publicar un comentario