Corte de caja
-Sobre
mis nuevos deseos y los ya cumplidos-
Los
deseos 2022:
Solía
comerme las uvas sólo por seguir la dinámica familiar, pero jamás con un deseo
concreto.
Nunca
tuve deseos o metas precisas. Incluso ahora me pregunto si las tengo.
Creo
eso puede explicar parte de mi existir: cual hoja simple de un árbol cualquiera
en medio de un viento a veces calmo, otras más, frenético.
Mi
destino hasta ahora es posible resultado
de las oraciones de mamá.
Estoy
a poco de cumplir 33 años y la vida me pide realismo. Trato de ahondar en ello.
Es
así que en este nuevo año mis deseos son aparentemente simples: cuidar,
cuidarme y trabajar en estabilidad emocional y financiera.
Busco
la calma y creo es un buen inicio.
Mi
mayor deseo cumplido: el perdón.
Tengo
claro que no todas las personas accedemos a perdonar, porque por supuesto no es
fácil.
Yo
Itzel, quizá tengo perdones más viables,
los cuales incluso he otorgado sin que las personas se den por
enteradas.
Cada
visita terminaba en peleas o en silencios enterrados.
He puesto
de mi parte y parece que mis familiares han hecho lo suyo o al menos eso me
gusta creer.
Ahora,
siempre añoro la tierra, el acento, la gente y tal vez la cercanía física con las
personas que me importan.
Irme
también me hizo llorar, pero igual crecer.
Vivir
en Mérida ha sido otro asunto histórico personal, entre precioso y difícil.
Aquí
ha sido redescubrir el valor de los derechos humanos y retomé la fuerza para
ser parte de las voces que exigen que sean respetados.
Aquí
he conocido la libertad, sobre todo la mía.
Aquí
me he reconocido.
También aquí
me han nacido ya las primeras canas frente al espejo.
Regresar
entonces significó igualmente incomprensión, una que ya sonrío, una que, si no
abrazo, al menos mantengo en distancia.
Llegar
a Tabasco, después de ocho años, fue para mí no criticar por primera vez las costumbres
en las formas y en las familias.
Comprendí
que ahora arribo entonces a un territorio que quizá el perdón me ha permitido
verlo más verde, más agua y más voz.
(Siempre
me identifico con eso, con lo más verde, con lo más agua).
Siempre
lloro y llorar es el acto más honesto del ser.
Antes
lloraba de dolor, coraje e impotencia; esta vez lloré de gozo y paz.
Volví
a casa y la rebeldía casi, casi se deshizo y digo ‘casi’ porque sigue
existiendo, pero es quizá más empática con las historias y los procesos ajenos.
Llegué
a casa y pude dormir como cuando fui adolescente.
Llegué
para coleccionar nuevas imágenes, nuevos videos en la memoria y uno de ellos
con el rostro de mi padre y de mi amiga Viviana, testiga fiel de mi
transformación interna.
Llegar
a casa también fue detenerme y agradecer.
Este
último viaje fue el recorrido del tiempo frente a mis ojos.
Los
años a distancia me han enseñado a callar sin juzgar, a observar y tratar de
comprender aunque no entienda en el proceso.
De esta manera concluyo que uno
de mis deseos importantes cumplidos ha sido entonces perdonar, perdonarme.
Agradezco
esta oportunidad que me he dado.


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