Atte: la Exinfiel


 (Captura de pantalla de la cuenta de Martha Debayle)

 


“Una infidelidad puede dar lugar a una renovación, crecimiento y florecimiento de la vida de la pareja.

Siempre es dolorosa pero no siempre es

destructiva.

Hay infidelidades útiles y las hay tóxicas”

-Tere Díaz Psicoterapeuta-

 

Inicio con esa frase porque es la que me orilla a escribir este intento de artículo.

¡Ojo! Lo que escriba en este espacio no es la verdad absoluta, ni tampoco quiero convencer a nadie de tener la razón.

 

Opino porque, como persona infiel que he sido y como víctima directa e indirecta, tengo el derecho absoluto de hacerlo.

 

El estar en pareja, en efecto no es una tarea fácil y entre muchos otros pilares importantes, considero firmemente que la comunicación es una base primordial para continuar y decidir estar con alguien.

 

Entonces si una infidelidad se presenta, esta base está fallando porque a la pareja no se le comunica que se comparte espacio con otra persona que en ese momento no está incluida en la relación.

 

 

Si la opinión o postura de Tere Díaz indica que “una infidelidad puede dar lugar a una renovación, crecimiento y florecimiento de la vida de la pareja”… mi pregunta es ¿una relación puede renovarse, crecer y florecer ante la falta de comunicación?

 

 

Aunque es válido que cada quien tenga la respuesta necesaria ante el cuestionamiento, yo me atrevo a responder que ninguna flor permanece viva en medio de una tormenta, haciendo uso de la metáfora para hablar del dolor que la infidelidad provoca.

 

 

Le doy lugar a la duda a Tere, cuando dice “hay infidelidades útiles y las hay tóxicas”, puesto que podría traducirse la infidelidad como una relación abierta (cuando ambas partes están enteradas y en total acuerdo), pero en un momento pasaremos a ese punto, mientras tanto, en cuanto al tema específico de la infidelidad me quedo con que sí, en su totalidad son tóxicas.

 

¿Por qué tengo la seguridad de que una infidelidad es tóxica? Porque fui testigo del dolor que provocaba a menudo en mi madre en diversas etapas de su vida y yo, como hija, viviéndolas indirectamente en distintas edades.

Siempre hubo en medio lágrimas, depresión, resentimiento, dudas y miedo.

 

La primera vez incluso recuerdo discusiones y preguntas de mi madre tal como “¿estás con ella porque yo no soy suficiente?”, “¿qué me hace falta?”, “¿ya no me amas?”

 

Pasó el tiempo y me tocó ver llorar a amigas de mi mamá porque sus parejas les fueron infieles, así que siendo testigo de sus corazones rompiéndose no me atrevería a preguntarles si acaso su relación mejoró, creció o floreció. Algunas relaciones terminaron y otras siguieron, no sé ni cómo ni de qué forma.

 

 

Cuando tuve la oportunidad de tener una relación muy larga, a la menor provocación yo era infiel y lo fui en cuantas ocasiones me fue posible. No me arrepiento, pero tampoco me enorgullezco porque sé que se trata de las decisiones más egoístas que pude tomar a lo largo de mi vida.

 

Tras nueve años de relación, las infidelidades, tanto mías como las de su parte se destaparon y fueron las hachas más filosas que hicieron pedacitos mi alma.

 

Me ha tomado tiempo recuperarme, perdonar y perdonarme.

 

¿Cómo entonces se supone que debo agradecer a la infidelidad por tanto dolor?

 

 

Hoy me nombro como una mujer Exinfiel (no santa) y no, no busco que todas las personas sean iguales y tomen las mismas decisiones, pero veo cómo sufre mi amiga, la que está con un hombre casado y él no tiene el mínimo valor para dejar a su esposa, decirle que no la ama ya y que quiere hacer su vida en libertad o decirle a mi amiga que “ya creció y floreció lo suficiente su relación” y que deben dejar de verse.

 

 

He abrazado en más de una ocasión a amigas que se derrumban por la falta de honestidad de sus parejas.

 

He visto la mentira viva en los rostros de los hombres que comparten cualquier excusa para tener sexo fuera del matrimonio.

 

Es un tema complicado porque mucho se dice que no somos seres monógamos y hay investigaciones que así lo afirman, pero ¿por qué no tener el valor de hablarlo con la pareja? Y si acaso se está de acuerdo, entonces abrir la relación (esto me parece mil veces preferible al engaño).

 

 

La infidelidad es la mejor excusa para que en su mayoría los hombres puedan tener a una mujer “segura” en casa, mientras ellos comparten sudor y piel de manera efímera en encuentros que algunas veces les llevan a tener doble vida con mujeres que se la pasan esperando que él “por fin se decida”.

 

 

 Las mujeres que en su momento nos atrevemos a ser infieles lo vemos como un falso empoderamiento porque es una acción que les ha sido permitida a los hombres con plena libertad.

 

 

Un amigo me dijo una vez: las personas infieles son personas cobardes porque hacen en lo oculto lo que no se atreven a hacer a plena luz.

 

 

 

 

Y sí, he sido cobarde porque hoy que recuerdo escenas tales como besar en la boca a mi expareja después de haber tenido encuentro sexual con alguien más me pregunto “¿en serio tu cinismo llegaba a tanto?”, sobre todo porque a mi pareja de entonces no le di participación ni consideración sobre cómo le hacía sentir mi decisión.

 

 

Hoy como Exinfiel apuesto por relaciones consensuadas, es decir, aunque no estoy preparada actualmente, sí pienso que las relaciones abiertas son cien por ciento mejores, porque hay opinión abierta de las dos personas y hay acuerdos dichos en voz alta para evitar en la mayor medida posible que alguien salga herido.

 

 

Yo todavía no sé cómo convertir esas heridas de la infidelidad en los pasos para abrir la relación, pero sí respeto mucho más a quienes así lo deciden e incluso tienen mi admiración.

 

 

Yo, en este momento, sólo abogo por la comunicación, la honestidad, el respeto y el amor -sin ser romántico- hacia mí, hacia mi relación y por ende, hacia mi pareja.

 

 

Cuando encuentre la fórmula para atreverme a abrir mi relación, quizá la comparta aunque tampoco es mi mayor aspiración. Hoy me siento segura en la monogamia y no, no es evangelización.

 

Mientras tanto, sugeriría que no se involucren en triángulos que vulneran, lastiman y juegan con la seguridad y autoestima.

 

 

 

 

 

 

 

 

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