Atte: la Exinfiel
“Una infidelidad
puede dar lugar a una renovación, crecimiento y florecimiento de la vida de la
pareja.
Siempre es dolorosa pero no siempre es
destructiva.
Hay infidelidades útiles y las hay tóxicas”
-Tere Díaz Psicoterapeuta-
Inicio con esa frase porque es la que me orilla a escribir
este intento de artículo.
¡Ojo! Lo que escriba en este espacio no es la verdad
absoluta, ni tampoco quiero convencer a nadie de tener la razón.
Opino porque, como persona infiel que he sido y como
víctima directa e indirecta, tengo el derecho absoluto de hacerlo.
El estar en pareja, en efecto no es una tarea fácil y entre
muchos otros pilares importantes, considero firmemente que la comunicación es
una base primordial para continuar y decidir estar con alguien.
Entonces si una infidelidad se presenta, esta base está
fallando porque a la pareja no se le comunica que se comparte espacio con otra
persona que en ese momento no está incluida en la relación.
Si la opinión o postura de Tere Díaz indica que “una infidelidad
puede dar lugar a una renovación, crecimiento y florecimiento de la vida de la
pareja”… mi pregunta es ¿una relación puede renovarse, crecer y florecer ante
la falta de comunicación?
Aunque es válido que cada quien tenga la respuesta
necesaria ante el cuestionamiento, yo me atrevo a responder que ninguna flor
permanece viva en medio de una tormenta, haciendo uso de la metáfora para
hablar del dolor que la infidelidad provoca.
Le doy lugar a la duda a Tere, cuando dice “hay
infidelidades útiles y las hay tóxicas”, puesto que podría traducirse la
infidelidad como una relación abierta (cuando ambas partes están enteradas y en
total acuerdo), pero en un momento pasaremos a ese punto, mientras tanto, en
cuanto al tema específico de la infidelidad me quedo con que sí, en su
totalidad son tóxicas.
¿Por qué tengo la seguridad de que una infidelidad es
tóxica? Porque fui testigo del dolor que provocaba a menudo en mi madre en
diversas etapas de su vida y yo, como hija, viviéndolas indirectamente en
distintas edades.
Siempre hubo en medio lágrimas, depresión, resentimiento, dudas y miedo.
La primera vez incluso recuerdo discusiones y preguntas de
mi madre tal como “¿estás con ella porque yo no soy suficiente?”, “¿qué me hace
falta?”, “¿ya no me amas?”
Pasó el tiempo y me tocó ver llorar a amigas de mi mamá
porque sus parejas les fueron infieles, así que siendo testigo de sus corazones
rompiéndose no me atrevería a preguntarles si acaso su relación mejoró, creció
o floreció. Algunas relaciones terminaron y otras siguieron, no sé ni cómo ni
de qué forma.
Cuando tuve la oportunidad de tener una relación muy larga,
a la menor provocación yo era infiel y lo fui en cuantas ocasiones me fue
posible. No me arrepiento, pero tampoco me enorgullezco porque sé que se trata
de las decisiones más egoístas que pude tomar a lo largo de mi vida.
Tras nueve años de relación, las infidelidades, tanto mías
como las de su parte se destaparon y fueron las hachas más filosas que hicieron
pedacitos mi alma.
Me ha tomado tiempo recuperarme, perdonar y perdonarme.
¿Cómo entonces se supone que debo agradecer a la
infidelidad por tanto dolor?
Hoy me nombro como una mujer Exinfiel (no santa) y no, no
busco que todas las personas sean iguales y tomen las mismas decisiones, pero veo cómo
sufre mi amiga, la que está con un hombre casado y él no tiene el mínimo valor
para dejar a su esposa, decirle que no la ama ya y que quiere hacer su vida en
libertad o decirle a mi amiga que “ya creció y floreció lo suficiente su relación”
y que deben dejar de verse.
He abrazado en más de una ocasión a amigas que se derrumban
por la falta de honestidad de sus parejas.
He visto la mentira viva en los rostros de los hombres que
comparten cualquier excusa para tener sexo fuera del matrimonio.
Es un tema complicado porque mucho se dice que no somos
seres monógamos y hay investigaciones que así lo afirman, pero ¿por qué no
tener el valor de hablarlo con la pareja? Y si acaso se está de acuerdo, entonces
abrir la relación (esto me parece mil veces preferible al engaño).
La infidelidad es la mejor excusa para que en su mayoría
los hombres puedan tener a una mujer “segura” en casa, mientras ellos comparten
sudor y piel de manera efímera en encuentros que algunas veces les llevan a
tener doble vida con mujeres que se la pasan esperando que él “por fin se
decida”.
Las mujeres que en
su momento nos atrevemos a ser infieles lo vemos como un falso empoderamiento
porque es una acción que les ha sido permitida a los hombres con plena libertad.
Un amigo me dijo una vez: las personas infieles son
personas cobardes porque hacen en lo oculto lo que no se atreven a hacer a
plena luz.
Y sí, he sido cobarde porque hoy que recuerdo escenas tales
como besar en la boca a mi expareja después de haber tenido encuentro sexual
con alguien más me pregunto “¿en serio tu cinismo llegaba a tanto?”, sobre todo
porque a mi pareja de entonces no le di participación ni consideración sobre
cómo le hacía sentir mi decisión.
Hoy como Exinfiel apuesto por relaciones consensuadas, es
decir, aunque no estoy preparada actualmente, sí pienso que las relaciones
abiertas son cien por ciento mejores, porque hay opinión abierta de las dos
personas y hay acuerdos dichos en voz alta para evitar en la mayor medida
posible que alguien salga herido.
Yo todavía no sé cómo convertir esas heridas de la
infidelidad en los pasos para abrir la relación, pero sí respeto mucho más a
quienes así lo deciden e incluso tienen mi admiración.
Yo, en este momento, sólo abogo por la comunicación, la
honestidad, el respeto y el amor -sin ser romántico- hacia mí, hacia mi relación
y por ende, hacia mi pareja.
Cuando encuentre la fórmula para atreverme a abrir mi
relación, quizá la comparta aunque tampoco es mi mayor aspiración. Hoy me siento
segura en la monogamia y no, no es evangelización.
Mientras tanto, sugeriría que no se involucren en
triángulos que vulneran, lastiman y juegan con la seguridad y autoestima.


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