Re-xistir
“La re-existencia es una irrupción que envuelve el pensamiento, la acción, el sentir y la percepción”, Nelson Maldonado Torres.
Resistir es una palabra que estas dos últimas semanas ha venido a mi mente de manera constante:
Resistir a las enfermedades, resistir a la rutina…a la monotonía, al encierro, a la apatía, a mi indisciplina, a mi falta de constancia, a mi ausencia de compromiso, a las obligaciones de persona adulta, a no dormir todo el día, a ser “productiva”, a tomar cerveza, a comer mal, a las nuevas formas y a la convivencia en pareja sin que meramente sea porque nos hayamos aburrido (o eso creo).
No sé cuántas veces la repito durante el día, guardo silencio y respiro, suspiro…-inhalo, exhalo-.
Hoy, mientras escribo esto parece que todo va mejor o me siento un poco mejor, al menos dispuesta a que no sea un texto obscuro, deprimente y de absoluta queja, aunque quizá tenga rasgos.
He pensado y anhelado tanto ver el mar, como si tuviera más de una década sin ir.
Mi amigo Zapata dice que a él no le gusta el mar, aunque nació en la costa. Menciona que no le agrada sentir arena en el cuerpo y no le provocan nada las olas. A mí, en cambio, siento que el mar me renueva, me revive, me sumerge en un éxtasis de reparación.
Es de verdad que siento unas ganas inmensas de irme por días a la playa, sentarme a la orilla y guardar silencio, sólo respirar mirando el infinito y quizá sonreír, llorar y pensar hasta vaciarme y estar dispuesta a regresar a la cotidianidad con más valentía.
También me he hecho muchas preguntas:
¿Realmente soy buena en lo que hago?
¿Qué es esto que hago?
¿Qué hago?
¿Por qué dudo siempre?
¿Por qué el sentirme perdida es mi pasión?
¿Por qué me siento aburrida?
¿Por qué no soy agradecida?
¿Por qué soy apática?
¿Por qué soy floja y poco disciplinada?
¿He perdido mis motivos?
¿Cómo puedo recuperarlos?
…y la lista podría seguir, seguir, seguir…pero he optado por llorar a solas debajo de la regadera, pensando que las dudas se irán por la coladera.
A veces he recurrido a la simplicidad irracional de comparar mi situación con la de otras personas que atraviesan situaciones muchísimo más complicadas, para entender y convencerme que no estoy tan jodida y tratar de hallar mi luz en medio del camino.
Y ahí, en esos momentos es cuando me he cuestionado la existencia y casi necedad de existir.
(Hay un meme que me fascina:
Un provida pregunta: ¿a ti te hubiese gustado que tu mamá te abortara?
La persona proaborto responde: ¡obvio!
Me siento tan así por momentos, entre la lucha, mi afinidad por la defensa de los derechos humanos, la risa y las ganas de no existir).
Así que he pensado que pareciera que tenemos la necesidad recurrente de re-xistir y al mismo tiempo deduzco que no es mi capricho favorito hacerlo.
Curioseando en internet sobre el concepto de resistencia encontré lo siguiente:
“Es decir, que resistencia no se trata solamente de una cuestión de negar un poder opresor, sino también de crear maneras de existir, lo que incluye formas de sentir, de pensar, y de actuar en un mundo que se va construyendo el mismo a través de variadas insurgencias e irrupciones que buscan constituirlo como un mundo humano”.*
Así, el hecho de resistir y existir hizo resonancia en mi cabeza.
RE-XISTIR.
He pensado desde lo más aburrido hasta un poquito más “filosófico”, pues he cuestionado sobre todo la vida en pareja.
En casa somos dos personas, dos perros, tres plantas medio secas, una viva y dos que tienen esperanza de hacerlo; la casa se me viene encima cada que pienso en lo que hay que reparar y que el dinero es como agua sin cauce a la hora de hacer pagos de personas adultas.
Entiendo que antes, mucho antes, en tiempos de nuestras abuelas, abuelos, tal vez también de nuestras madres y padres, las personas se quedaban juntas “para siempre” pese a la pesada costumbre, falta de amor, escucha, comprensión y apoyo, bajo el pretexto de que “es por las hijas y los hijos”.
Hoy pienso, que afortunadamente o, todo lo contrario, que las personas decidimos estar juntas y lo hacemos por puro amor al deporte, es decir, la plena y sagrada voluntad de estar, puesto que no hay nenes que estén de por medio y que nos obliguen indirectamente a echar raíces en unión, a veces forzada.
Hoy me pregunto ¿en realidad es necesario vivir en pareja? ¿por qué nos enseñaron y aprendimos que este era uno de los fines de nuestra existencia? ¿qué se pierde en el trayecto y qué se gana? ¿hasta cuándo es suficiente?
Y las respuestas que vienen a mi mente son nuevamente re-existir porque resistes para no caer en costumbres que carcomen y también es de inventarnos una existencia nueva cada día para asombrarnos con lo bueno que nos permite la convivencia entre dos personas, siempre y cuando sea sana.
Hay conceptos claves que aprendimos como importantes en una relación tal como el cuidado mutuo, la escucha, el acompañamiento y el apoyo, pero como todo, en palabras suena muy bonito, sin embargo, al momento de aplicar de lleno los conceptos, el reto es enorme, a veces desgastante porque olvidábamos en la teoría que entran en juego emociones, energía, pensamientos, inercias que vuelven por momentos agotador el proceso.
Y confirmo entonces, las relaciones en la actualidad sí se tratan de permanencia absolutamente voluntaria.
Hay relaciones en donde se involucra más de un par de seres y es admirable cuando eso sucede bajo significaciones de comunicación y respeto, y admito que es una variante de relaciones que no conozco de primera mano, vuelvo a lo mismo: porque crecí tradicional, pensando que el universo se componía entre dos.
Termino este texto y todavía no tengo respuestas, pero la re-xistencia es lo que hoy me queda a la mano.



Comentarios
Publicar un comentario